La historia de los vitrales



En esta sección compartiré una pincelada acerca de  la historia del vitral. 


Tomado de:http://www.oni.escuelas.edu.ar/2002/buenos_aires/berazategui/Vitrales%20e%20historia%20del%20vidrio1.htm 

Los vitrales emplomados, un arte que se remonta a la Edad Media , resurge con nuevos bríos para ocupar un destacado lugar en la arquitectura y la decoración contemporáneas.

Todos hemos disfrutado alguna vez de la fiesta de luz de un vitral artístico: la mayoría de ellos están instalados en templos y antiguos edificios religiosos, pero muchos otros adornan construcciones públicas, hoteles, museos, restaurantes y residencias particulares.
 
 
 

Las primeras vidrieras coloreadas fueron hechas en Europa en el siglo XI, para la catedral de Augsburgo, pero las más célebres, inigualadas todavía a pesar de los años transcurridos, datan de los siglos XII y XIII: son las que iluminan las catedrales francesas de Chartres y Saint Denis, y la Sainte Chapelle de París. Se trata de vitrales de una belleza sin par, construidos con decenas de miles de pequeños fragmentos de vidrios de colores, en los que se representan escenas bíblicas y pasajes de la vida de Cristo o los Santos de la Iglesia.
 
 
 
 

En aquellos tiempos, cuando la lectura era privilegio de los nobles y los libros verdaderas rarezas, estos vitrales tenían no sólo un fin decorativo sino también educativo: era la forma en que los fieles podían rememorar, una y otra vez, los momentos culminantes de la historia cristiana.

Antes y ahora, los vitrales se construyen con piezas de vidrio pintado o coloreado, a veces de formas regulares, otras asimétricas, unidas entre sí por una cañuela de plomo en forma de "H",, que sujeta los vidrios por ambos lados. De ahí el origen del término "emplomado".

En tiempos pasados, los trozos de vidrio eran pequeños y la gama de colores limitada, debido a los escasos conocimientos técnicos.

Muchas veces, para superar estas restricciones, los vitralistas completaban las imágenes pintando con óleo sobre el vidrio, con lo que podían detallar los rostros, los ropajes y otros rasgos de los personajes o paisajes representados.
Aunque la mayoría de los vitrales de antaño se colocaron en las iglesias, otros adornaron edificios públicos y casas palaciegas, y en estos casos los motivos eran civiles: dibujos heráldicos, escenas de leyendas, pinturas bucólicas, motivos guerreros o temas de caballería.

Con el andar del tiempo y los progresos técnicos, los vitrales europeos, y también los que luego se instalaron en América, se pudieron hacer con planos de vidrio más grandes, gruesos y traslúcidos, y en una mayor variedad de colores, que incluía los muy buscados tonos rojo rubí y amarillo de plata.


Así, el vitralismo ganó en brillo y variedad, lo que se puede observar, por ejemplo, en la catedral de Milán, que data del siglo XV, donde aparecen todavía enriquecidos por los pinceles de talentosos pintores renacentistas.
 
 

Una vez que las grandes catedrales góticas estuvieron terminadas, tanto la arquitectura civil como la religiosa buscaron otros caminos y los vitrales fueron relegados a un segundo plano. Así, los vitralistas perdieron terreno ante los pintores y los grandes ventanales de iglesias y palacios se cubrieron ya no con emplomados artísticos sino con sencillas cristalerías planas, cuando mucho adornadas con alguna guarda o dibujo geométrico.

La historia sagrada, por su parte, pasó a representarse sobre los muros, en las bóvedas, y sobre telas o tablas que luego se colgaban en los altares y retablos.
Los años del esplendor de los vitrales nunca regresaron, pese a que hubo varias iniciativas interesantes.



En el siglo pasado, la fábrica de porcelanas de Sévres abrió un taller de vitrales y contrató a pintores de la talla de Ingres y Dellacroix para que diseñaran los cartones. En Inglaterra, un poco más tarde, William Morris realizó vitrales para uso eclesiástico y doméstico con dibujos de los pintores Rossetti y Burne Jones, pero estos intentos no pasaron de ser flamazos aislados que no hicieron escuela.

Quizá el resurgimiento más notable del vitralismo tuvo lugar a fines del siglo XIX y plrincipios del XX, cuando el movimiento artístico denominado "art nouveau" encontró en los vitrales un medio que se prestaba estupendamente para sus estilizadas representaciones de figuras femeninas, flores y motivos de ramas y hojas envolventes.
 
 
 

Louis Comfort Tiffany, un diseñador y decorador norteamericano, hizo probablemente el mayor aporte, al introducir un nuevo tipo de vidrio iridiscente, de bellos colores y acabado satinado. Diseñó y produjo muchas lámparas de mesa, famosas por sus motivos de nenúfares y magnolias, donde el vidrio empleado cobra aún más vida gracias a la luz eléctrica. También creó obras, que incluye tanto objetos de uso cotidiano como piezas de gran tamaño.
 
 

Una magnífica prueba de estas últimas es el maravilloso telón de vidrio que todavía decora y cubre la boca del escenario del teatro del Palacio de Bellas Artes, en la ciudad de México, que es uno de los más grandes del mundo y fue regalado a ese país. El diseño del telón, que reproduce el valle de México con los volcanes al fondo, se debe al talento del pintor mexicano Gerardo Murillo, el Dr. Atl.
 
 

La técnica del vidrio llegó a estas tierras americanas mucho antes, tal como lo demuestran los documentos coloniales: en 1542, un español llamado Rodrigo Espinosa instaló en Puebla el primer taller para fabricar vidrio soplado. Después siguieron otras fábricas, principalmente las que los artesanos europeos abrieron en Texcoco y Guadalajara, Mexico, varias de las cuales todavía subsisten.







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